viernes, 29 de enero de 2016

Antropologia de la máquina

Una mirada antropológica a las ideas de Lewis Mumford ( y 3)


Alvin Reyes
La renovación del hombre
Bajo las condiciones actuales que hemos descrito más arriba en esta época en que la tecnología tiene un papel fundamental y que, según el planteamiento de Lewis Mumford que hemos desarrollado, el hombre ha sido despojado de su preponderancia para darle paso a los patrones de consumo dictados por la maquina, es claro que hay y habrá cambios en la creación de la cultura, en el proceso de aprendizaje cultural y en la difusión de la cultura.

Todo el entramado social del hombre occidental moderno está dominado por la tecnología y los avances científicos. La razón mediante la cual opera el hombre contemporáneo es la razón técnica. Actualmente es imposible concebir la vida del hombre moderno sin el elemento tecnológico, de tal manera que se puede afirmar que el medio existencial antropológico es ineludiblemente un medio técnico”.[1] O en palabras de Marcuse citadas por Jünger Habermas:

“El concepto de razón técnica es quizá el mismo que el de ideología. No solo su aplicación si no que ya la técnica misma es dominio sobre la naturaleza y sobre los hombres: un dominio metódico, científico, calculado y calculante. No es que determinados fines e intereses de dominio solo se advengan a la técnica a posteriori y desde fuera, si no que entran ya en la construcción del mismo aparato técnico. La técnica es en cada caso un proyecto histórico-social; en el se proyecta lo que una sociedad y los intereses en ella dominantes tienen el propósito de hacer con los hombres y con las cosas. Un tal propósito de dominio es material, y en este sentido pertenece a la forma misma de la razón técnica”.[2]

Lo que acabamos de describir no es más que un escenario típico de un sistema deshumanizado donde prima la rentabilidad sobre el desarrollo integral de los seres humanos. Entonces, como rescatar al hombre de la dictadura de la razón técnica? Esta pregunta se la hace Jorge Riechmann:

El funcionamiento acoplado de estas dos tremendas realidades se ha convertido en una gigantesca máquina fuera de control –la Megamáquina, podríamos decir con Lewis Mumford– movida por el súper resorte de la acumulación de capital, que amenaza con devastar la biosfera y aniquilar las opciones de que alguna vez se materialice el secular proyecto de la emancipación humana. La gran pregunta de nuestra época sería: pero ¿podemos, de forma realista, tomar las riendas de nuestro propio destino y controlar la Megamáquina? ¿Sería posible dominar la dominación, esa descontrolada “voluntad de poder” de la Modernidad que ha acabado deificándose en tal monstruo? ¿Podemos volver a introducir fines humanos en esa titánica acumulación de medios autonomizados que es la Megamáquina?[3] 

A lo que el propio Mumford responde:

El gran problema de nuestro tiempo es el de restablecer el equilibrio y la inteligencia del hombre contemporáneo, hacerlo capaz de dominar a las maquinas que ha creado en lugar de convertirse en su cómplice impotente y en su víctima pasiva, de restituir al meollo mismo de nuestra cultura es respeto por los atributos fundamentales de la personalidad, la creatividad y autonomía que el hombre occidental perdió en el momento en que dejó de lado su propia vida para concentrarse en la mejora de la maquinaria.[4]

De lo que se trata es de devolverle al hombre el lugar de primacía que ha perdido al sucumbir el ser humano a la razón técnica. Y esto se logra rescatando al individuo, haciéndole crecer de una manera integral. Y esa es una tarea nada fácil.

Regenerar una sociedad ya casi al completo embrutecida y envilecida por los peores vicios burgueses exige reconstruir una nueva concepción del individuo en que las nociones de deber autoimpuesto, esfuerzo desinteresado, renuncia al ego, espíritu de servicio y disposición para el sacrificio prevalezcan. Deseamos una existencia ética dirigida a evitar el mal y a realizar el bien. Una sociedad inmoral es necesariamente totalitaria y policial, por eso el Estado es el principal enemigo de la rectitud ética.[5]

Pero para lograr esto se debe de frenar el impulso tecnológico sin sentido que proclama el consumo por encima de otras cosas que también son de interés para el hombre. No se trata de destruir a la máquina y volver a habitar en cavernas, de lo que se trata es de reeducar al hombre y a la máquina para que la última vuelva a servir al primero. “Si queremos que el destino de nuestra civilización sea otro, tendremos que reexaminar y revisar todos los aspectos de nuestra existencia; todas las actividades habrán de ser sometidas a crítica y a evaluación, y todas las instituciones habrán de aspirar a renovarse”.[6]

Esta renovación pasa por la tarea de rescatar aquello que nos hace verdaderamente humanos. La sociedad occidental moderna con su máquina de producción a plena capacidad ve los seres humanos como consumidores o como piezas o engranajes que funcionan solo dentro de los límites impuestos por el sistema del que debe liberarse, por la propia máquina.

Buscar la iluminación, intelectual o espiritual; hacer el bien; amar y ser amado; crear y enseñar: estos son los más altos fines de la humanidad. Si hay un significado en la vida, se encuentra aquí. Los que se gradúan de las grandes universidades tienen más oportunidades que la mayoría de encontrar tal fin. Entonces, ¿por qué tantos terminan en empleos inútiles y destructivos? Finanzas, consultoría de gestión, publicidad, relaciones públicas, cabildeo: estas y otras ocupaciones inútiles consumen miles de los estudiantes más brillantes. Tomar estos puestos de trabajo al graduarse, como muchos lo harán en las próximas semanas, es amputar la vida en su base.[7]

Es por esta sustitución de las características y cualidades humanas de este sistema, de este entramado económico cuya única meta es el beneficio por el beneficio y el éxito por el éxito que Mumford en “La condición del hombre” hace un dramático llamado a la renovación del hombre. “Cada ganancia en energía, en dominio de las fuerzas de la naturaleza, cada nuevo descubrimiento científico, ha probado ser potencialmente peligroso porque no ha sido acompañado de una ganancia en igual magnitud en autocomprensión y autodisciplina. Hemos buscado la perfección eliminando el elemento humano”.[8]

Más adelante Mumford recalca que “no podemos vivir con la ilusión del éxito en un mundo entregado a mecanismos desvitalizados, organismos desocializados y sociedades despersonalizadas: un mundo que ha perdido su sentido de dignidad hacia las personas casi completamente como lo hizo el Imperio Romano en lo más alto de su grandeza militar y su dominio técnico”.[9]

Queremos dejar establecido en la parte final de este ensayo, y acaso suene repetitivo, que no estamos en contra de la máquina, en cuanto máquina. Desde la revolución industrial, y desde mucho antes, el hombre ha dado pasos tecnológicos gigantes que han acortado distancias, se han descubierto variedades de alimentos que han paliado el hambre, en medicina, por ejemplo no sabemos hasta donde se pueda llegar con las células madre, o sea la tecnología llegó, vive con nosotros eso es innegable, y si pretendiéramos aquí a que volviéramos a las cavernas aceptaríamos la acusación de ser ineptos. Pero esa misma técnica nos ha traído también grandes dolores, veamos como lo resume Ernesto Sábato:

“Pero en cuanto levantaba la cabeza de los logaritmos y sinusoides, encontraba el rostro de los hombres. En 1938 trabajaba en el Laboratorio Curie, de París. Me da risa y asco contra mí mismo cuando me recuerdo entre electrómetros, soportando todavía la estrechez espiritual y la vanidad de aquellos dentistas, vanidad tanto más despreciable porque se revestía siempre de frases sobre la Humanidad, el Progreso y otros fetiches abstractos por el estilo; mientras se aproximaba la guerra, en la que esa Ciencia, que según esos señores había venido para liberar al hombre de todos sus males físicos y metafísicas, iba a ser el instrumento de la matanza mecanizada”.[10]
Las maquinas son importantes en nuestra vida, pero no al punto de convertirlas en dioses. “Si usted se enamora de una máquina, algo anda mal en su vida sentimental. Si adora a una maquina algo anda mal en su religión”.[11]

Quiero terminar dejando esta reflexión de un hombre que estuvo en el centro del conflicto más terrible del siglo XX y quizá de toda la historia de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial. Me refiero al arquitecto Albert Speer, arquitecto del tercer Reich, primero, y luego Ministro de Armamento y Producción Bélica del Reich, el tribunal de Núremberg le condenó a 20 años de cárcel en la prisión de Spandau:

“Cuanto más se tecnifique al mundo mayor es el peligro…Como antiguo ministro de unos armamentos altamente desarrollados, es mi último deber constatar aquí que una nueva gran guerra acabaría destruyendo toda cultura humana y toda civilización. Nada impediría a una técnica y una ciencia que hubiesen escapado a nuestro control consumar la obra de aniquilación del ser humano que han iniciado ya en esta guerra tan terrible……Todos los estados del mundo corren el riesgo de caer bajo el terrorismo de la técnica….Por lo tanto cuanto más se tecnifique el mundo será más necesario que, en contrapartida, se fomente la libertad individual y el respeto de cada hombre hacia su propia dignidad……El complicado aparato del mundo moderno puede, mediante impulsos negativos que se incrementan mutuamente, descomponerse de forma irremisible. Ninguna voluntad humana podría detener esa evolución si el automatismo del progreso diera otro paso en su marcha hacia la despersonalización del hombre y lo privara cada vez más de la responsabilidad de sus propios actos[12].

Conclusión:
Vivimos bajo un mundo dominado por la técnica, la razón que prima en el inconsciente colectivo de occidente es la razón técnica. Mumford, al criticar el sometimiento del hombre, del ser humano, al dominio de este sistema al que ha llamado “la máquina” comenzó diciéndonos que el hombre no se ha levantado sobre las demás criaturas por su capacidad de construir herramientas si no por el despertar de su propia consciencia. Antes de fabricar herramientas el hombre soñó. Luego las herramientas se fueron haciendo más complejas hasta convertirse en una megamáquina compuesta de partes humanas que construyo las primeras grandes ciudades y las pirámides. Esta megamáquina se alimentaba de la esclavitud del hombre. Una esclavitud cuyo único fin fue construir templos para elevar a los reyes que eran los descendientes de los Dioses.

Hoy esta megamáquina de Mumford ha evolucionado en un sistema económico, corporativo, militar que ha desplazado el hombre del lugar que le corresponde en la civilización actual y se ha colocado en lugar de él un culto sin sentido a la máquina y a los productos de la máquina de la mano de la publicidad y del hiperconsumo excesivo de bienes industrializados, más allá de las necesidades propias de cada habitante de los grandes centros urbanos de occidente, convirtiendo en ese proceso al hombre en una mera herramienta pasiva, en un engranaje más de la megamáquina.

Para la humanidad los años que vienen serán muy decisivos, se enfrenta a retos que amenazan el estado actual de nuestra civilización. Las catástrofes naturales se incrementan por los daños al medio ambiente causados por la megamáquina, Estados nacionales que se desintegran y, parafraseando a Henry Adams, un arsenal de “bombas de violencia cósmica”[13] que están listas esperando a la espera de que se desate la locura. A todo esto se añade que al dejar de lado al hombre como ente principal del sistema todo el legado nuestro hacia el futuro se está desintegrando. No somos capaces de crear nada que no vaya con los intereses de la máquina. El arte, la cultura, el deporte, los sentimientos, lo que nos hace humanos y el objeto de estudio de la antropología, han sucumbido a los dictados de un sistema cuyo objetivo es el beneficio económico y nada más. La lealtad al prójimo, el amor a una bandera, al color de un equipo deportivo de una ciudad están en segundo plano bajo los actuales parámetros de éxito a toda costa y por encima de todas las cosas.

Ante este panorama solo la renovación de la vida podrá ayudarnos a enfrentar los retos que he señalado arriba. Tenemos que ser capaces de comprender las fuerzas que actúan en contra de esta renovación y enfrentarlas, pero más importante es comprender las fuerzas que motorizan la renovación de la vida. Pero esta decisión, este primer paso hacia la renovación del hombre no nos la puede dictar nadie, hace falta, quizá, volver a la conciencia antigua, a aquella que nos separó de las bestias y nos hizo humanos, solo entonces el hombre podrá domesticar a la máquina y usarla a su servicio no como en el Estado actual donde no somos más que una pieza al final de una línea de montaje.




[1] Queraltó, Ramón (1994). Razón científica y razón técnica en el fin de la modernidad. Anuario filosófico. Universidad de Navarra. Vol. 27. No 2. Pág. 684
[2] Habermas, Jurgen (1986). Ciencia y técnica como ideología. Madrid. Tecnos. Pág. 5
[3] March, Ana. Entrevista a Jorge Riechmann: Autoconstrucción. La transformación cultural que necesitamos. Recuperado de http://www.culturamas.es/blog/2015/06/06/entrevista-a-jorge-riechmann-autoconstruccion-la-transformacion-cultural-que-necesitamos/
[4] Mumford, Lewis (1952). Arte y técnica. Pepitas de calabaza. La Rioja, España. 1 ed. 2014. Pág. 45
[5] Rodrigo Mora, Felix. Carta de Félix Rodrigo Mora al grupo de Facebook. “Amigos de Félix Rodrigo Mora”. Recuperado de http://www.felixrodrigomora.org/carta-de-felix-rodrigo-mora-al-grupo-de-facebook-amigos-de-felix-rodrigo-mora/
[6] Mumford, Lewis (1952). Arte y técnica. Pepitas de calabaza ed. Primera edición octubre 2014. Pág. 45
[7] Monbiot, George. How a corporate cult captures and destroys our best graduates. Recuperado de http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/jun/03/city-corporates-destroy-best-minds?CMP=fb_gu
[8] Mumford, Lewis (1973). The condition of man. New York and London. A harvest/HBJ Book. Pág. 393 
[9] Ibid. Pág. 395
[10] Sábato, Ernesto (1951). Hombres y engranajes. Reflexiones sobre el dinero, la razón y el derrumbe de nuestro tiempo. Ed. EMECE. Pág.5.
[11] Mumford, Lewis (1952). Arte y técnica. Pepitas de calabaza ed. Primera edición octubre 2014. Pág. 117
[12] Speer, Albert (2008). Memorias. Barcelona. Editorial Acantilado. Pags.923-924,929
[13] Mumford, Lewis (1952). Arte y técnica. Pepitas de calabaza. La Rioja, España. 1 ed. 2014. Pág. 184

martes, 26 de enero de 2016

Antropologia de la máquina

Una mirada antropológica a las ideas de Lewis Mumford (2)


Alvin Reyes
Por una parte, mientras que en la utilización de los primeros martillos se expresa (mediante el golpe directo mismo) toda la inmediatez del fin esperado, en su producción ulterior con el paso del tiempo, progresivamente más compleja y onerosa (por ejemplo en grandes industrias robotizadas dedicadas al tratamiento de maquinaria pesada), se observa un alejamiento cada vez mayor respecto de los propósitos iniciales del primitivo utensilio. La complejidad posterior obedecerá a las condiciones requeridas para una mayor eficiencia o calidad de las acciones y los resultados De otra parte, en el caso de la domesticación del fuego, los usos posteriores de la técnica han dejado atrás la inmediatez del primer efecto deseado dando lugar a la consolidación de prácticas culturales, como el desarrollo de la vida familiar, de más amplio alcance social.[1]

El consumo de bienes, servicios, tecnología, etc., es la savia que mantiene a la máquina, al sistema, en funcionamiento. No es posible que la máquina haya alcanzado el éxito absoluto del que goza ahora sin que haya sido aupada por el consumo irracional de todo tipo de artículos. Al principio el hombre uso sus habilidades y destrezas para crear los inventos y medios adecuados para poner la naturaleza a su servicio y aumentar su capacidad de producir energía. Pero luego con el avance de la ciencia y el método científico se empezaron a descubrir nuevos materiales y nuevas técnicas que liberaron fuerzas capaces de producir objetos antes ni imaginados. Esto provocó una espiral creativa que alimentaba a la máquina. De este hábito surgió un nuevo fenómeno: la invención sistemática y premeditada. He aquí un nuevo material: problema: buscarle una nueva utilización. O bien he aquí un nuevo instrumento: problema: buscar la fórmula teórica que permita producirlo[2].

Las fuerzas que esta nueva capacidad productiva e inventiva del hombre desataron le dieron una expansión tal al comercio y al consumo que el sistema ya no puede vivir más sin este combustible que le alimenta constantemente. De las invenciones industriales y militares se pasó a la producción de artículos de consumo masivo primero para el hogar: refrigeradores, estufas eléctricas, hornos, aspiradoras, etc. Y de desde aquí se el paso siguiente fue democratizar el lujo. La moda en el vestir, exclusivo de las cortes francesas en siglos pasados, podía ser alcanzada por cualquier persona de a pie siempre que estuviera dispuesta a pagar el precio por ella. En palabras de Gilles Lipovetsky:

“Es innegable que existe una tendencia a la democratización del lujo en los pequeños accesorios, los perfumes, las cosas de baño, todo eso está ampliamente democratizado, pero cuando uno habla de democratización del lujo es algo que uno tiene que repensar. Cuando uno es pobre o de clase media no considera el lujo como una opción. Soy de un medio muy modesto y cuando era joven no sabía nada del tema del lujo. Hoy, en cambio, no hay un joven que no conozca las marcas de lujo. Hay una democratización de los nombres y las marcas, ellos los conocen porque los ven en los medios, entonces existe el deseo de esa apropiación[3].

Pero esa democratización del lujo de la que habla Lipovetsky no es más que prometer al ciudadano de a pie el paraíso en la tierra. Para poder mantener las maquinas funcionando se necesita que el consumo continúe aumentando y que tienda al infinito lo que ha provocado el salto siguiente: el hiperconsumo. Vivimos rodeados de avisos publicitarios que anuncian los más variados productos, desde prometer erecciones sin límites hasta eliminar la calvicie. Es aquí donde reside uno de los mayores logos de la máquina: La mayor parte de las cosas que nos anuncian no las necesitamos. Tanto así que “Un reciente informe del Parlamento Europeo concluye que la sociedad europea despilfarra 179 kilos de alimentos al año por habitante, 89 millones de toneladas de comida al año, la mayor parte en perfecto estado de consumo.”[4]

El hombre del siglo XXI ha llegado despojado de deseos vitales y de espiritualidad, se le ha adoctrinado para seguir un patrón de vida y de consumo cuyo fin es mantener la maquina en funcionamiento. La economía de la sociedad industrial moderna era una economía de producción y se encontraba dominada por el espíritu científico y técnico; la economía de la sociedad contemporánea está definida por la producción y el consumo de masas y está dominada por el mercado y el marketing. La racionalidad solo puede ser instrumental porque está al servicio de una demanda que expresa la búsqueda de símbolos de un status social o el deseo de seducción y erotismo.[5]

El hombre en la edad de la máquina.
El ser humano promedio de hoy, el trabajador de los grandes centros urbanos ha convertido su ciclo de vida en una rutina mecánica que ya no es dictada por los ciclos de la naturaleza si no por los dictados del complejo económico mundial. No nos levantamos al completar nuestro ciclo natural de descanso ni nos acostamos cuando nos da sueño, lo hacemos cuando lo dicta el reloj. Si nos levantamos tarde es posible que nos penalicen o lo hagan con nuestros hijos si llegan tarde a la escuela. No almorzamos cuando tenemos hambre si no en el momento indicado por la rutina de la vida diaria. Todas nuestras actividades y funciones vitales están programadas de antemano por una civilización que se ha despojado de su humanidad para adaptarse a la dinámica del mundo mecánico. Y mientras nos integramos a esta civilización de la maquina nos sometemos al dominio de la técnica que separa al hombre de su humanidad y lo abstrae su espiritualidad[6]. Y esto es así porque el sistema, la megamáquina, ha colocado al hombre fuera de su lista de sus intereses. El hombre ya no ocupa más el centro de las preocupaciones ni el fin del complejo de poder es lograr la libertad del hombre. “Es importante entender que la automatización, en su forma final, es un intento por ejercer control, no solo sobre el proceso mecánico en sí mismo, sino también sobre el ser humano que una vez lo dirigió: lo ha cambiado de ser un agente activo a ser un agente pasivo, y finalmente eliminándolo”.[7]

Así vivimos en una época moderna donde se han alcanzado logros científicos inimaginables para generaciones anteriores sin embargo estos logros, estos avances si bien es cierto que han mejorado el nivel de vida de muchos seres humanos es cierto también que el modelo económico actual es un sistema que solo tiene como objetivo mantenerse en funcionamiento perpetuo.
Todo esto se agrava por el hecho de que el trabajador industrial moderno que está al servicio del sistema económico mundial vive despojado de su identidad porque los bienes y servicios que produce no les pertenecen, es un trabajador alienado. El hombre, el trabajador, es una pieza vital en el ciclo de producción de la maquina pero no posee aquello que produce.

Tal alienación significa que ellos no sienten fuerte orgullo o identificación personal con sus productos. Ven que éstos pertenecen a alguien más, no al hombre o a la mujer que trabajó para hacerlos. Por el contrario, en las sociedades no industriales, las personas por lo general desempeñan el trabajo de principio a fin y dan un sentido de logro al producto. Los frutos de su labor les pertenecen a ellos y no a terceros.[8]

Luego de miles de años de avances tecnológicos los seres humanos siguen siendo piezas humanas intercambiables. Cada vez más ha aumentado el número de empleos temporales y de baja calificación.

El 91,24% de los 12.242.759 contratos laborales formalizados en España hasta octubre de 2003 han sido de carácter temporal, según un estudio de Javier Ramos-Díaz, profesor de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, elaborado a partir de los datos del INEM. Por edades, la temporalidad superaba al 80% de los contratos de los jóvenes de 16 y 19 años, llegaba al 60% en los trabajadores de 20 a 24 años de edad, y a la mitad de los empleados de 25 a 29 años, cifras que, a su juicio, son un síntoma de precariedad laboral, un fenómeno complejo en el que confluyen la inseguridad y la pobreza.[9]

No menos relevantes sobre este hecho fueron las declaraciones del primer ministro italiano Mario Monti que afirmó que los jóvenes se tienen que acostumbrar a no tener un puesto de trabajo fijo.[10]

Es indudable que cada vez más empleos que son realizados por humanos están siendo asignados a máquinas automáticas desplazando a los seres humanos con una velocidad que el mercado laboral no está absorbiendo de manera adecuada en los actuales momentos. Así tenemos la siguiente noticia:

¿Se imagina un supermercado sin cajeros, donde usted mismo sea quien pase los productos por el escáner?. No se trata de ciencia ficción, sino que ya hay 60.000 supermercados en el mundo que tienen cajas donde no hay ninguna persona, sino que el mismo cliente se encarga de escanear los productos uno por uno. Tiendas como Walmart y Carrefour lo tienen en los Estados Unidos, Europa y la zona de Asia Pacífico. El concepto, denominado showrooming, consiste en un self check out.[11]

Muchos economistas y teóricos del sistema afirman que las cifras que indican una alta tasa de desempleo son más debidas a una ralentización del crecimiento económico mundial que a un desplazamiento de trabajadores por la tecnología.

David Autor, economista del MIT que ha estudiado en profundidad la conexión entre el empleo y la tecnología, también duda de que esta pueda ser responsable de un cambio tan drástico en las cifras de empleo total. "Ha habido una fuerte caída del empleo que empezó en el año 2000. Algo cambió", afirma. "Pero nadie conoce la causa". Es más, duda incluso de que la productividad haya crecido de manera significativa en Estados Unidos en la última década (los economistas pueden mostrarse en desacuerdo respecto a esa estadística puesto que hay distintas formas de medir y pesar los inputs y outputs económicos). Si tiene razón, aumenta la posibilidad de que el pobre crecimiento del empleo sea resultado simplemente de una economía ralentizada. El frenazo súbito en la creación de empleo "es un gran puzle", continua diciendo Autor, "pero no existen demasiadas pruebas de que esté relacionado con los ordenadores".[12] También se afirma que este desplazamiento de trabajadores por la tecnología es temporal y que a medida que las personas se capaciten en nuevos empleos el desplazamiento ira disminuyendo “aunque las tecnologías digitales actuales estén reteniendo la creación de empleo, la Historia sugiere que lo más probable es que este sea un shock doloroso, pero temporal; según los trabajadores vayan ajustando sus capacidades y los emprendedores creen oportunidades basadas en las nuevas tecnologías, la creación de empleo rebotará”.[13]

Pero……. ¿Y si las velocidades de desarrollo son desiguales?... ¿Si el cambio tecnológico es más rápido? ¿Si el ritmo del crecimiento es tal que muchos de nosotros no podamos, por más esfuerzo que hagamos, alcanzar la velocidad, que pasará con nosotros?. Brynjolfsson y McAfee en “Race Against the Machine” afirman:

“Las tecnologías digitales cambian rápidamente, pero las organizaciones y las habilidades no marchan a ese mismo paso. Como resultado, millones de personas se están quedando atrás. Sus ingresos y puestos de trabajo están siendo destruidos, lo que les deja en peor situación en relación con el poder adquisitivo absoluto que antes de la revolución digital. Mientras que la base de nuestro sistema económico supone un fuerte vínculo entre la creación de valor y la creación de empleo, la Gran Recesión revela el debilitamiento o ruptura de ese enlace. Esto no solo una simple fase del ciclo económico, sino más bien un síntoma de un cambio estructural más profundo en la naturaleza de la producción. A la vez que la tecnología se acelere también lo harán los desajustes económicos, socavando nuestro contrato social y en última instancia, perjudicando tanto a ricos como a pobres, no sólo a las primeras oleadas de desempleados.”[14]

Si el hombre es despojado de su trabajo, de su empleo y a su vez este desplazamiento no se recompensa con un crecimiento espiritual y un ocio sano, con relevancia de las artes y de la vida contemplativa, del hombre no quedara más que un cascarón vacío. Y aquí cuando nos referimos a trabajo, no estamos pensando en un empleo, si no en una actividad que es parte de su crecimiento espiritual. En “La condición del hombre” Mumford señala “la función del trabajo es proveer al hombre con un medio de vida: no con el propósito de aumentar su capacidad de consumir si no con el objeto de liberar su capacidad de crear. El significado social del trabajo deriva del acto de creación que este hace posible[15]



[1] Rosales, Amán. Perspectivas de una antropología de la técnica. México. Instituto Tecnológico Autónomo de México, Departamento Académico de Estudios Generales. Sección textos, vol.18, no.64-65 (primavera-verano 2001). Pág. 36 
[2] Lewis Mumford (1971). Técnica y Civilización. España. Alianza editorial. Quinta reimpresión en “Alianza Universidad”: 1992 Pág. 238.
[3] Entrevista con Gilles Lipovetsky. Recuperado de http://analitica.com/entretenimiento/entrevistacon-gilles-lipovetsky-l-filosofo-de-la-moda/
[4] Ecologistas en acción. Contra el desperdicio masivo de alimentos. Recuperado de http://www.ecologistasenaccion.org/article22348.html
[5] Bernal Maz, Patricia (2007). Antropología de la técnica. La trayectoria del dolor en el hombre contemporáneo. (Maestría en filosofía).Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de filosofía. Bogotá. Pag.21
[6] Ibid. Pag.11.
[7] Mumford, Lewis (1970). The Myth of the machine. Volume 2. The pentagon of power. New York. A Harvest/HBJ Book. Pág. 189
[8] Kottak, Conrad Phillip (2011). Antropología cultural. Mexico. McGraw-Hill. 14ª ED. Pág. 189
[9] Ming, Wu. Acostumbrarse. Recuperado de
http://www.rebelion.org/hemeroteca/cultura/040119wm.html
[10] RTVE.ES/AGENCIAS. Indignación en Italia por las palabras de Monti sobre que el trabajo fijo es "aburrido". Recuperado de http://www.rtve.es/noticias/20120202/indignacion-italia-palabras-monti-sobre-trabajo-fijo-aburrido/494837.shtml
[11] Llegan los supermercados sin cajeros. Recuperado de http://www.cronista.com/informaciongral/El-primer-mundo-se-acerca-a-las-gondolas-llegan-los-super-sin-cajeros-humanos-20120411-0038.html
[12] Rotman, David. De cómo la tecnología está destruyendo el empleo. MIT technology Review. Recuperado de https://www.technologyreview.es/negocios/43368/de-como-la-tecnologia-esta-destruyendo-el-empleo/
[13] Ibidem
[14] Brynjolfsson, Erik and McAfee, Andrew (2011). Race Against the machine. Massachusetts. Digital Frontier Press Lexington. Pag. 21
[15] Mumford, Lewis (1973). The condition of man. New York and London. A harvest/HBJ Book. Pág. 5

sábado, 23 de enero de 2016

Antropologia de la máquina

Una mirada antropológica a las ideas de Lewis Mumford (1)


Alvin Reyes

Introducción
El objeto de estudio de la antropología es el hombre, su entorno, su cultura. Según Conrad Kottak “La antropología explora la diversidad humana en el tiempo y el espacio; estudia toda la condición humana, su pasado, presente y futuro; su biología, sociedad, el lenguaje y la cultura. De particular interés es la diversidad que proviene de la adaptabilidad humana”[1]. O sea la diversidad humana es el tema de estudio de la antropología y aunque esta surgió como una estrategia para estudiar sociedades con mayor uniformidad cultural y menor diferenciación que las sociedades industrializadas no es menos cierto que la sociedad occidental moderna presenta un entorno en el cual el hombre se enfrenta a tantos retos que requieren de un esfuerzo para entender la problemática actual y la antropología no puede estar ajena a los retos del futuro del hombre de las ciudades, al hombre urbano, al hombre que vive y respira para un sistema económico cuyo objetivo principal no es el crecimiento cultural ni humano de este hombre si no el crecimiento de los indicadores económicos.
Uno de los autores que dedicaron su obra al estudio del hombre y su cultura frente a los retos que representan el cambio de paradigma orgánico, humano por el paradigma tecnológico fue Lewis Mumford (1895-1990). Su obra abarcó más de seis décadas haciendo contribuciones importantes al saber histórico y filosófico. “Mumford indagó en torno a las cuestiones éticas que animaron todas sus investigaciones sobre el arte, la tecnología y el urbanismo[2].
En el presente trabajo utilizaremos los trabajos de Lewis Mumford, apoyados por autores de más actualidad, para reforzar la vigencia del pensamiento crítico de Mumford sobre la tecnología, para plantear la actual situación del hombre occidental moderno sometido a un sistema que lo ha despojado de su humanidad y que le ha hecho olvidar que sus cualidades humanas son más importantes que el culto sin sentido a la tecnología, al utilitarismo y al beneficio económico como único fin de la existencia humana.
Iniciaremos con la definición del concepto de máquina y megamáquina según Mumford y luego procederemos a ver los efectos que la consolidación de esta máquina ha tenido para los seres humanos que habitan en los grandes centros industriales urbanos.
Por ultimo trataremos el tema de la renovación del hombre y su autotransformación como única salida que tiene la humanidad para ser plenamente libre.


Lewis Mumford y el mito de la máquina
La obra de Lewis Mumford es un universo de ideas que nos ayudan a reflexionar sobre el papel de la técnica en el desarrollo de la historia humana, critico mordaz de que el ser humano haya sucumbido a una idolatría sin límites, de un culto irracional a la ciencia, la técnica y el maquinismo, Mumford dedico en la mayor parte de sus obras a advertir sobre las consecuencias funestas para el hombre occidental moderno de este culto sin sentido, de esta glorificación a la máquina que ha desplazado al ser humano del lugar preponderante en la historia y a lo ha convertido en una pieza, en un engranaje más del complejo tecnológico de poder que él llamó El Pentágono del poder.[3]
Desde el punto de vista antropológico Mumford se opone a la definición que se hace del hombre refiriéndose a este como un animal que usa herramientas.
El hombre moderno ha trazado un cuadro curiosamente distorsionado de sí mismo al interpretar su historia remota de acuerdo con los módulos de su actual afán de fabricar máquinas y conquistar a la naturaleza. Una y otra vez justifica sus inquietudes actuales denominando a su antecesor prehistórico «un animal fabricante de herramientas» y dando por supuesto que los instrumentos materiales de producción predominaron sobre todas sus demás actividades. Mientras los paleontólogos consideraron los objetos materiales – sobre todo huesos y piedras – como la única prueba científicamente admisible de las actividades del hombre primitivo, nada pudo hacerse para modificar este estereotipo. Pero a mí, como generalista que soy, me parece necesario poner en tela de juicio tan estrecho concepto”. [4]
Pero entonces, ¿Qué es lo que nos diferencia del resto de los animales? ¿Qué es lo que nos hace humanos? “Y es que ningún rasgo aislado, ni siquiera la fabricación de herramientas, basta por sí solo para identificar al hombre, pues lo especial y singularmente humano es su capacidad para combinar una amplia variedad de propensiones animales hasta obtener una entidad cultural emergente: la personalidad humana.[5]
O sea no es el hecho de fabricar herramientas lo que nos hace humanos si no el despertar de nuestra propia conciencia. Son los intangibles y no nuestra capacidad de construir máquinas y aparatos lo que nos diferencia del resto de las criaturas. Reducir el hombre a un mero fabricante de herramientas es negar todo aquello que está dentro de nosotros aquello que llamamos conciencia.
Comemos, reímos, cantamos, lloramos, dormimos, hacemos el amor, sentimos envidia, alegría, creemos en Dios, somos ateos, tenemos pasión. Todos esos atributos y muchos más son los que nos hacen humanos, los que nos colocan en un estadio superior de conciencia muy por encima de las demás criaturas del planeta. Pero además tenemos la capacidad de ser uno en la diversidad. Cada ser humano es único y como tal tiene libertad de pensar de acuerdo a sus propios principios y conceptos. Mumford en Arte y técnica afirma que “puede que el hombre fuese un fabricante de imágenes y de idiomas, un soñador y un artista, incluso antes de ser un fabricante de herramientas.”[6]  Mumford llega incluso a reconocer que esta es una postura herética. También destaca el papel de las primeras manifestaciones de ritual y tabúes que aparecieron en los albores de la humanidad como un componente importante en el ulterior desarrollo de la conciencia humana
En resumen, toda la esfera de la existencia del hombre primitivo, en la actualidad repudiada por la mente científica moderna (por saberse consciente de su superioridad intelectual), fue la fuente originaria de la autotransformación del hombre, que le hizo pasar de animal a ser humano. El ritual, la danza, el tótem, el tabú, la religión y la magia fueron los factores que proporcionaron las bases fundamentales para el ulterior desarrollo superior del hombre.[7]
En resumen no somos humanos y nos separamos del resto de los animales porque aprendimos a usar herramientas, aprendimos a usar herramientas cuando asistimos al despertar de nuestra propia conciencia.

Máquina y Megamáquina
En esta época estamos asistiendo a un dominio de la técnica sobre el hombre quizá como en ninguna otra que haya vivido. Nos hemos alejado del mundo orgánico para pasar a ser habitantes de un mundo dominado por la técnica. “Esta capacidad sustitutiva de funciones que el ejercicio de la técnica pone a disposición del ser humano, le posibilita alejarse cada vez más de su medio ambiente y moverse con mayor libertad en una segunda naturaleza, objetivamente artificial, confeccionada a su deseo y medida[8].
Cómo llegó la técnica, en principio aliada del hombre, a sojuzgarlo? En qué momento la tecnología se convirtió en un sistema en el que el ser humano ya no ocupa un lugar primordial si no que es un mero apéndice del sistema mecánico? Para explicar esta parte vamos a apropiarnos del concepto de máquina acuñado por Mumford para definir el sistema. En “Técnica y Civilización” explica “Cuando use el término “la maquina” me referiré como una referencia abreviada a todo el complejo tecnológico[9]. Los primeros hombres surgidos de los grupos de cazadores recolectores se convirtieron, por mandato divino, en los primeros reyes de la tierra y fueron estos reyes y faraones los que construyeron la primera gran maquina: La megamáquina, hecha puramente de partes humanas intercambiables. “Sólo los reyes, asistidos por las disciplinas de las ciencias astronómicas y respaldados por las sanciones de la religión, tenían capacidad suficiente para juntar y dirigir esa megamáquina, que era una estructura invisible, compuesta de partes humanas, vivas, pero rígidas, aplicada cada cual a su tarea específica, a su trabajo, a su función, para realizar entre todas las inmensas obras y los grandiosos designios de tan enorme organización colectiva.”[10]
Luego de que aprendimos a usar esta megamáquina, con el paso del tiempo, las invenciones mecánicas nos fueron dando un dominio absoluto sobre la naturaleza y el resto de los seres vivos; pero al aprender a dominar la naturaleza y ponerla a nuestro servicio aprendimos también a dominar a otros hombres y es desde esa época que datan las primeras guerras en busca de esclavos. Así llegó este sistema mecánico a dominar por completo todas las facetas de la humanidad. Esta megamáquina se alimentaba de la esclavitud y de la conscripción, lo que se lograba no sin gran esfuerzo y a lo largo de la historia están los ejemplos de rebeliones de esclavos que enfrentaron los primeros reyes que dirigieron la megamáquina.
Con el avance de la ciencia y de la tecnología la megamáquina fue sustituyendo sus piezas humanas por piezas mecánicas.
Las partes humanas que componían la megamáquina eran, por naturaleza, imperfectas; en consecuencia: no se podía confiar en ellas del todo, y menos mecánicamente. Hasta que pudieran hacerse en cantidad suficiente auténticas Máquinas de madera y de metal, que ocuparon el puesto de la mayoría de los componentes humanos, la megamáquina siempre resultó vulnerable[11].
Toda esta tecnología, toda la sustitución de las partes humanas móviles por partes mecánicas no ha servido para liberar al hombre de la esclavitud de la máquina. En este estadio de la civilización humana estamos asistiendo, a lo largo de muchas décadas, al dominio de la máquina. Se vive, se trabaja por y al servicio de la máquina. Por vía de consecuencia, aunque los humanos no seamos ya parte del engranaje físico de la máquina, como en la megamáquina antigua, mantenemos la maquina en funcionamiento. “Las actuales sociedades industriales se hayan regidas por una gigantesca superestructura, constituida por tres elementos: la propia técnica o tecnología, las ciencias naturales en su versión matemática-cuantitativa y la forma capitalista (hoy se diría, además, neoliberal y globalizada) de producción.[12] Y no es menos cierto que “dicha superestructura aparece adicionalmente como un gigantesco organismo planetario de movimientos no enteramente predecibles ni controlables. Su presencia representa un hecho insólito que distingue claramente a la cultura industrial contemporánea de sus predecesoras[13].



[1] Kottak, Conrad Phillip (2011). Antropología cultural. Mexico. McGraw-Hill. 14ª ED. Pág. 4
[2] Blake, Casey Nelson (2014). Lewis Mumford insurgente: Introducción a Arte y técnica. La Rioja, España. Editorial Pepitas de calabaza 1 ed. Pág. 7
[3] Mumford, Lewis (1970). The Myth of the machine. Volume 2. The pentagon of power. New York. A Harvest/HBJ Book. Pág. 164
[4] Mumford, Lewis (1967). The Myth of the machine. Volume 1. Technics and human development. New York. Harcourt, Brace and World. Pág. 14
[5] Ibíd. Pág. 6

[6] Mumford, Lewis (1952). Arte y técnica. La Rioja, España. Editorial Pepitas de calabaza. 1 ed. 2014. Pág. 71
[7] Lewis Mumford (1967). The Myth of the machine. Volume 1.Technics and human development. New York. Harcourt, Brace and World. Pág. 71
[8] Rosales, Amán. Perspectivas de una antropología de la técnica. México. Instituto Tecnológico Autónomo de México, Departamento Académico de Estudios Generales. Sección textos, vol.18, no.64-65 (primavera-verano 2001). Pag. 30
[9] Mumford, Lewis (1971). Técnica y Civilización. España. Alianza editorial. Quinta reimpresion en “Alianza Universidad”: 1992 Pág. 28.
[10] Lewis Mumford (1967). The Myth of the machine. Technics and human development. New York. Harcourt, Brace and World. Pág. 189

[11] Ib Pag 230
[12] Rosales, Amán. Perspectivas de una antropología de la técnica. México. Instituto
Tecnológico Autónomo de México, Departamento Académico de Estudios Generales. Sección textos, vol.18, no.64-65 (primavera-verano 2001). Pag. 42
[13] Ibidem