miércoles, 17 de agosto de 2016

La Libélula”: Otra mirada al mito del progreso.

Alvin Reyes
La migración nació con la humanidad. De no haber migrado los primeros hombres aun estuviésemos caminando por las praderas de África. La naturaleza el hombres es expandirse, buscar nuevos horizontes, así el conocimiento de la astronomía llegó a Europa por el contacto de los griegos que viajaron a oriente y por eso en  Persépolis encontramos que, según la Historia del Imperio Persa de A. T. Olmstead, había 201 trabajadores en la construcción de un templo que provenían de tierras Hititas, de Egipto y de Jonia. Lo cierto es que siempre nos hemos movido de un lugar a otro empujados por la guerra, el hambre, las enfermedades, las catástrofes climáticas, las persecuciones religiosas, etc., el hombre nunca se ha quedado estático ante los desastres. Siempre que la vida ha dependido de ello el hombre a ha migrado.

Pero en la segunda parte del siglo XX surgió un nuevo tipo de migración, una que estuvo motivada por lo que Lewis Mumford llamó “la doctrina del progreso”. O sea muchas personas, familias dejaron posiciones relativamente cómodas en su país de origen por la promesa de encontrar una mejor vida en un  país del primer mundo.

En el barrio en el que crecí todos mis amigos de infancia, que no se estaban muriendo de hambre, que tenían una casa propia en el barrio, que sus padres estaban vivos y que estaban estudiando, solo soñaban con dejarlo todo atrás e irse a Nueva York en busca de la prosperidad. Recuerdo que me sentía como un “avis raris” al lado de ellos porque no los entendía, mejor dicho ellos no me entendían. Nadie estuvo de acuerdo conmigo, durante los últimos años con respecto al tema de New York y el progreso, excepto algunos pensadores de mi misma escuela, hasta que salió a la luz “La libélula”.

“La libélula” es la tercera novela de Rene Peguero quien antes nos ha dejado la inquietante “La semana” y la deliciosa “Memorias de un anfibio” (Ver nuestra reseña aquí), y es en ella donde Rene se hace mi cómplice y nos presenta otro New York, uno que solo los que lo han sufrido lo reconocen. No es el de Time Square, 5th Avenue, Central Park, etc, del que tantas fotos nos han enviado nuestros emigrantes dominicanos. No. Este New York de Rene solo lo que reconocerán quienes los han sufrido. A través de un monologo inteligente la protagonista nos va llevando de la mano por una ciudad diferente, una ciudad de la que no nos han hablado, una ciudad de edificios fríos, sótanos oscuros, paredes descascaradas, personajes sombríos y  atormentados, incapaces de reconocer que se equivocaron y que el lugar que dejaron vale mil veces más la pena que el espejismo del progreso por el que lo abandonaron. Pero ninguno tiene la valentía de la protagonista de “La libélula” para contarnos la verdad. La mayoría se quedaran callados, rumiaran sus miserias en silencio y nos mostraran a los que nos quedamos los equivocados que estamos al enseñarnos sus lentejuelas de brillo y oropel.

Magistralmente escrita, de una densidad asfixiante, la tercera novela de Rene Peguero es un recorrido por los oscuros intersticios de la conciencia humana y sus miserias. Baste con la introducción para que nos demos cuentas a los pocos segundos de los que se nos viene encima:

“Qué no te podría yo contar de esta ciudad de Nueva York, yo que he vivido en sótanos oscuros y sombríos. En complejos de apartamentos plagados de ratas, cucarachas y drogadictos. De afroamericanos, latinos y blanquitos que perdieron su dignidad mendigando los cupones de ayuda del gobierno a cambio de tener una nevera llena de  comida. Qué no te podría yo contar de esta foquin ciudad, con sus grandes parques repletos de ilusiones congeladas, avenidas llenas de almas entumecidas, y una red de trenes, moviendo día y noche, miles y miles de sueños que no llegarán a ningún lugar. Dime, qué no te podría yo contar de la llamada ciudad de las oportunidades, donde el que no tiene uñas, no se rasca. Bienvenido a la Babel de Hierro, lugar donde se desvanece el sueño Americano.”

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